Paco, el campero que le cuida el ganado al señorito de la vaquería nos regaló el otro día dos patitos. Walter fue a hablar con él para explicarle que habíamos amanecido con una vaca en el jardín que se había desayunado y cagado todos los árboles del terreno. Una pena. Todo ramitas secas sin una gota de verde. Y el buen hombre para ayudarnos a pasar el disgusto, va y le calla la boca con un par de patitos. A nosotros nos regaló la sorpresa, pero a esas dos criaturas que fueron bautizadas por Federica como Violín y Flamenco, les condujo a una vida penosa bajo las torpes caricias de mis cachorras y sus coleguitas. Violín era amarillo y Flamenco sigue siendo negro. Hablo en pasado de Violín porque no sobrevivió a la visita de Juanito (nombre ficticio), un amigo de Fede con mucha testosterona y curiosidad por los límites de la naturaleza que no pudo resistir la tentación de ver qué pasaba si cogía por el cuello a Violín, y lo sumergía un ratito en el bebedero. Lo que pasó es que dejó de moverse y de hacer pio pio.. (porque los patitos cuando son pequeños hacen pio pio y no cua cua). Y allí estaba Flamenco picoteando al que fue su compañero, que cada vez estaba más frío. El juego de la tarde se convirtió en el funeral de Violín, un cadáver manoseado por manos de niñ@ que querían acompañarle bajo tierra. Lo llevamos en la carretilla de Fede y cavamos un agujero. Allí descansa el patito, bajo la sombra de un acebuche.
Federica mató unas cuantas hormigas para poder enterrarlas porque descubrió un gran entretenimiento en los ritos funerarios. Y Juanito intentó un segundo paticidio que no pudo culminar bajo la atenta mirada adulta. Se fue de casa diciendo con mirada angelical…el patito está matadito…
Al día siguiente Paco el vecino, el que le cuida el ganado al señorito de la vaquería, nos regaló otro patito amarillo, también bautizado como Violín, y un gallo joven de nombre Kiriko, al que le está creciendo la cresta y empieza a kirikear.
Prometo velar por sus vidas.
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Violín, Flamenco y Kiriko. Desenlace.
Y cómo acabó la historia de nuestros animalitos?
De nuestra convivencia con los patitos recordé una importante lección de psicología, y es que son como muchas otras criaturas, seres de apego. Al ser criados en el porche por mi promesa de protección hacia sus vidas, se estableció en su tierno cerebro la conexión neuronal que relacionaba el cagadero con las baldosas de terrazo, lo que me hizo entender la expresión popular «esto parece un bebedero de patos». Nuestro porche dejó de ser nuestro, para convertirse en un cagadero de patos, y no veas el ritmo digestivo de los animalitos.
En una asamblea familiar decidimos que la mejor solución era un traslado a un nuevo hogar dónde pudieran establecer otra asociación neuronal en la que cagar no se siguiera de un escobazo. Ahora viven y cagan en la Muela.
En lo que respecta a Kiriko comprendí de manera profunda la palabra gallardía, que viene de gallo. La naturaleza encierra muchos epítetos. Era de un vistoso colorido, su cresta crecía cada día, y tenía un caminar delicado desde sus patitas esbeltas. Todo un gallo gallardo que revolucionó el ciclo menstrual de nuestras gallinas quienes empezaron a poner huevos con generosidad.
Ya os habréis dado cuenta de que de nuevo, hablo en pasado. Y aquí nos falta información, Kiriko desapareció una noche dejando muy tristes a las gallinas, y a nuestra huevera.
Y así es…comprobamos como cambian los tiempos vitales, el presente se convierte en pasado en un pestañeo.